Los tóxicos contenidos en el humo de tabaco1 no sólo afectan al fumador, sino a quienes están alrededor (fumadores pasivos). Estos tóxicos irritan las paredes del árbol bronquial provocando la segregación de moco para calmar dicha irritación. Si esto no se corrige puede derivar en bronquitis o enfisema pulmonar.
Una segunda consecuencia es el desarrollo de cáncer de pulmón derivado por la exposición al alquitrán que también se encuentra en el humo de tabaco.
Otro tóxico es el monóxido de carbono, el cual tiene la posibilidad de pasar a través de las paredes de los alvéolos al interior de la sangre mucho más fácilmente que el oxígeno. Esto impide que la sangre tenga su tasa normal de oxigenación, por lo que obliga a una respiración más rápida y a un trabajo más fuerte del corazón a fin de que el cuerpo reciba la cantidad normal de oxígeno que necesita. Esto tensiona al corazón pudiendo derivar en una falla cardíaca.
Una cuarta consecuencia es la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), una afección pulmonar que se caracteriza por una obstrucción de las vías aéreas, la cual es progresiva y en general no reversible.
Estas consecuencias se gestan durante años sin manifestarse, pero tienen el potencial de disminuir significativamente la calidad de vida o provocar la muerte2 .